Nuestra naturaleza curiosa ha encontrado en la ginecoplastia plena satisfacción laboral. Hace aproximadamente 20 años, nos encontramos trabajando cada vez más con ginecólogos, médicos estéticos, urólogos y genitodermatólogos para encontrar soluciones innovadoras a patologías de difícil tratamiento. A menudo, tuvimos que ser pioneros en territorios desconocidos y aplicar a la zona genital métodos que ya habíamos probado con éxito en otras partes del cuerpo. Así surgieron los protocolos de cirugía regenerativa para el tratamiento del liquen escleroso y la vulvodinia, los nuevos colgajos para la reconstrucción de la vulva después de una vulvectomía por cáncer, el uso de la rigotomía para tratar los dolorosos resultados de una episiotomía y mil trucos para regenerar una mucosa genital afectada.

De ahí el paso a la cirugía estética de los genitales, a las anomalías de los labios menores, al rejuvenecimiento de la vulva. Hace algunos años, no se podía hablar de esto más que en voz baja, luego la voz se elevó, pero preferimos mantener un perfil bajo y la alta calidad del trabajo. Nos preguntamos por qué una mujer a los 50 años tendría derecho a rejuvenecer su rostro pero hablar abiertamente de rejuvenecer sus genitales era considerado poco elegante. Y pensamos que también esto era un derecho y no solo un residuo de frivolidad adolescente.

Luego nos preguntamos cuáles eran las técnicas mejores para lograr resultados estéticamente impecables en pleno respeto de la función, y desarrollamos técnicas cada vez más innovadoras que presentamos en congresos internacionales y publicamos en prestigiosas revistas.

El trabajo es pasión.